dimarts, 29 de juny del 2010

Dordogne

"Pocos antes de estallar la guerra decidí tomarme unas largas vacaciones.
Desde hacía tiempo acariciaba la idea de visitar el valle del Dordoña. Así, pues, hice la maleta y cogí el tren para Rocamadour, adonde llegué de madrugada, cuando el Sol estaba a punto de salir y la Luna todavía brillaba resplandeciente. Fue una inspiración la que me llevó a la Dordoña antes de sumergirse en ese brillante y blanquecino mundo griego. Echar un vistazo al negro y misterioso río, en Domme, desde el hermoso risco situado en el extremo de la ciudad, es algo que no se puede olvidar en toda la vida. Para mi este río, esta región, pertenecen al poeta Rainer María Rilke. No es francesa, ni austríaca, ni siquiera europea; es la región del encanto en la que se han aventurado los poetas y la que sólo ellos tienden derecho a reivindicar. De este lado de Grecia, es la parte más proxima al Paraíso. Por hacer una concesión llamémosle el paraíso francés. En efecto, ha debido ser un paraíso durante muchos miles de años. Creo que así fue para el hombre de Crogmanon, a pesar de que los restos fosilizados de las grandes cavernas parecen indicar una vida azorada y aterradora. Creo que el hombre de Crogmanon se estableció en este sitio porque era extremadamente inteligente y tenía desarrollado en alto grado el sentido de la belleza. Creo que su sentimiento religioso estaba ya muy adelantado y que florecía aquí, aunque el hombre viviera como un animal en las profundidades de las cavernas. Creo que esta apacible región de Francia será siempre un lugar sagrado para el hombre, y que cuando las ciudades maten a los poetas ella será el refugio y la cuna de los venideros. Lo repito, el ver la Dordoña fue para mi de la mayor importancia: me da esperanza en el futuro de la raza, en el futuro de la tierra misma. Francia puere dejar de existir un día, pero la Dordoña vivirá como viven los sueños y sustentará el alma de los nombres."

"El coloso de Marusi"
Henry Miller, 1941. En traducció de Ramón Gil Novalis.